martes, 10 de febrero de 2009

Cosas que me traje de Estambul



I.No hay fila 13 en los aviones
para no herir sensibilidades
por eso arrancaron de cuajo la pintura
de los Boeing de la AA.
Hay retretes automáticos en Estambul
con grifos para limpiarte el culo
hay partes inacabadas para todo
y hay quien lo da todo por acabado.
Desde la fila 18 me refleja el sol
en el ala, y me ciega
porque hay quien va a Palestina
sólo para aprender
y se duerme después en el vuelo
de vuelta.


II. Es digno negociar la actitud para comprar unos pendientes de plata, incluso podría ser digno negociar unos pendientes de plata, pero hay hambre en las calles, hay niños que piden y venden pañuelos de papel [y su mejor sonrisa] por una sola lira, y entonces piensas qué cojones más dará una sola lira por unos pendientes de plata.

III. Tienen un Starbucks ante el cual
los turistas se detienen , como hipnotizados
[por el hecho de que]
venden todo eso que ya tienes
en tu propia casa, en tu propio país
y sin embargo estás ahí, haciendo cola
para un McTurco mientras
las patatas las fríen con la misma mierda
que en cualquier kebap callejero
pero un poco más caro.

IV. Pensé una noche, borracho, mientras bajaba a los baños de un bar [en el que los turcos nos dejaron poner heavy a patadas, cantar con ellos y gritar que liberen Palestina] que tengo 20 años, y allí estaba, en Turquía, con mis amigos, cantando rock'n roll y riéndonos. Luego, otra noche, borracho, pensé: tengo 20 años, y aquí estoy, en la playa, conmigo y mis circunstancias, corriendo hacia las olas sin mucha idea de si me voy a hundir o me va a llevar la marea hasta Algeciras. Después venían las mañanas de resaca, las ganas de que se acabara el mundo, el miedo de estar solo, y entonces pensaba que tengo 20 años, y tengo Turquía en los ojos, bajo los pies, y en el hígado.

V. Hay miles de Renault Megane como el de mi padre por las calles de Istanbul, las piedras están desgastadas, los tranvías son modernos y las fachadas y las monedas son viejas. Los vendedores hablan de su mundo, las voces, los colores, los olores te entran por los oidos, la nariz y los ojos hasta llenarte de la ciudad que sigue viviendo el eterno sueño de no superar jamás 1940, como si las historias de espías siguieran teniendo sitio en un baño turco, como si un camarero se te acerca y te pregunta dónde conseguiste el palestino que llevas puesto, como si un joyero te regala un colgante de plata alegando la honestidad de sus ancestros. Mi abuela habría tenido un lugar de excepción en ese Istanbul donde sobrevuela cinco veces al día la voz de los muecines llamando a la oración desde altavoces acoplados a los cientos de minaretes de la ciudad. Es una ciudad mucho más viva que cualquier ciudad de esas que se denominan cosmopolitas solo por tener lugares cool de fiesta y tiendas caras. Y es que allí lo que está viva es la gente de cada día. Los que te sonríen y los que te ponen malas caras. Me llevo cosas de Istanbul, y algo me dejo en Estambul, seguro. Mínimo unas 300 liras. Té, café, bazares, coranes, libros, coches, gente, caos. Asia a un lado, al otro Europa.

1 comentario:

robus dijo...

Es el poema que más me gusta, sin duda.

Para mí Asia a un lado y Europa al otro es más profundo que una división. Bizancio siempre fue otro mundo y ahora también Istambul.

Desde luego tiene influencias, y claro es "europeizada" pero es que las noticias que hacen el daño que provoca la aculturación europea al mundo, aunque se recrean con el 11S a diario.

La gran diferencia es que uno da miedo y hace que no se piense aunque sea una tonteria momentanea y lo otro destruye culturas, cuanto menos diferentes e incluso superiores.

El zoco, el esplendor de las mezquitas, la pasión popular, ...