Arriesgando sobre hielo fino, el crujido bajo los pies acelerando el pulso, siempre a centímetros del error, conduciendo fuera de la consciencia como Senna en Mónaco '88, dejando ver todos los trucos desde el backstage, con las miradas más inapropiadas y los comentarios sutiles pero evidentes, lejos del tono adecuado y en el momento más inoportuno, sin la menor precaución pero muerto del miedo que se acumula sublimado en el recto-sigma y aprovecha cualquier despiste para escapar, los despistes que son constantes y descontrolados, sufriendo en este silencio tan elocuente a través de las manos, de la contracción de los músculos que circundan la boca, de la trayectoria siseante de la espalda y sin opciones de triunfar, sin una sola ventaja que ganar porque todo son pérdidas todo son pérdidas todo son pérdidas repítelo hasta que te lo creas salvo que no lo crees, inmune al fracaso por mecanismos pueriles de psicología, cualquier movimiento es una pérdida, hará que se rompa la capa de hielo primaveral y te empapes de realidad, Senna contra el muro bajando Mirabeau sin explicación para nadie más que para él, las cartas que se caen de la manga, risas desde la sombra de la platea y codazos cómplices que se limitan a confirmar lo ya sospechado, el fraude de un mago que no pertenece a ningún lugar tal vez porque no sabe pertenecer o tal vez porque le han echado de todos y la responsabilidad se encuentra en su mochila.
Arriesgando sobre hielo fino. Todo para el público emocionado, protagonista de un momento único y sin embargo mil veces repetido para mil públicos diferentes, acaso queda otro calor más que el calor del público, qué equivocado está, ignora deliberadamente que el calor que importa siempre estuvo en casa. La caída ha de ser dura, piensa mientras cae y planea la próxima actuación.
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