jueves, 25 de octubre de 2018

Cercanías

Dos hombres caminan juntos, paralelos, en silencio. Caminan por el andén de una estación subterránea de Cercanías no muy lejos de aquí. Caminan durante varios minutos, pues el andén es bastante largo. Primero lo hacen rodeados de mucha gente que espera su tren para ir al trabajo. Gente que aún no sabe si seguir yendo con ropa de verano o si ya hace el suficiente frío por la mañana como para abrigarse más. Y, conforme caminan hacia el final del andén, van quedándose solos, y destacan más y más. ¿A dónde van? Parecen dirigirse con decisión hacia la pared. ¿Habrá algún hueco que desconocemos? El espacio se va terminando. Ningún uniforme los identifica. Las hipótesis comienzan a correr entre el público asistente. Policías secretos, tal vez agentes de mantenimiento, o cargos del ferrocarril ocultos entre la multitud. Dos hombres caminan juntos, paralelos, en silencio. Cuando empezaron a caminar no eran nadie. No se giró ninguna mirada a su paso. No despertaron interés. Ahora hay decenas de ojos fijos en ellos, pendientes de qué va a suceder cuando alcancen ese final. Ya a nadie le importan los 7 minutos que faltan para el próximo tren y el impuesto de las hipotecas queda en segundo plano, varios mensajes de texto permanecen incompletos. Se contiene el aliento al llegar los dos hombres a los últimos metros, se dividen las distancias, se aproxima la pared, y a menos de dos pasos, se giran en redondo, de un solo movimiento, como una coreografía perfectamente ensayada. Y vuelven a caminar juntos, paralelos, en silencio, hacia la masa a la que ahora le faltan 5 minutos para el tren, que se pregunta qué ha pasado, que se da cuenta de qué pequeña es la diferencia entre lo común y lo extraordinario.

No hay comentarios: