miércoles, 20 de julio de 2011

Otros que no son yo

I.
Bastan las palabras para amarla. Son suficientes para cubrir la mediocridad del abismo, son suficientes para pintar el agujero en la pared, pero no tapan del frío. Bastan las palabras para hacer arder las fotos de la carpeta, para golpear al estómago. Pero al final la calle siempre está apagada, la esquina es del mismo naranja y desde la ventana el paisaje no ha cambiado.

II.
Nuestro antihéroe crepuscular se oculta en las terrazas de verano, toma combinados y parece confundir sus treinta años con su adolescencia, pero en cada conversación se tuercen los caminos, aflora la angustia como el cadáver que se ha desprendido de los zapatos de hormigón. Nuestro antihéroe le da sentido a su vida según las palabras de su madre, rodea los lugares comunes y salta las preguntas embarazosas. Todo es demasiado caro, nada es todo lo satisfactorio que debería. Al volver a casa la palanca de cambios es el símbolo fálico de la reconciliación con su ego, y piensa en cómo un solo año de su vida ha doblado cada hoja.

III.
Los cuentos de hadas no contaban nada de lo que significaba mirar desde fuera, no hablaban de la cara B. Algunas de las mejores canciones de los Beatles están en la cara B, pero este no es el caso, porque las canciones que cantamos no las escuchan. Las fotos contienen caras de otros que no son yo, y ese es el verdadero drama.

IV.
Las noticias deberían tener más sitio para la gente normal, pero entonces no serían noticia, nadie pagaría por leer periódicos. Las noticias son oscuras, te revuelven el estómago, caminan contigo para hacerte sentir acompañado, son ese helado que tomabas de pequeño nada más acabar el curso, el que te condenaba a tener dolor de garganta hasta agosto. Las noticias, que en realidad es lo peor, pueden dar muchas vueltas, pero acaban por dejarte de lado, y si no estás allí, no existes.

V.
Ella está preciosa. Preciosa, simplemente. No soy nada más y nada menos que Napoleón ante las pirámides de Gizeh. Hitler ante la Torre Eiffel. Los talibanes delante de Buda. Tengo en la mano la posibilidad de la destrucción absoluta y, sin embargo, me temo que me quedaré parado con la opción de la derrota aplastante para salvar la belleza. Pero, a mí, ¿quién me salvará de tu belleza?

VI.
Cada paso le aleja. Son caminos que una vez fueron asintóticos, acercándose sin llegarse a tocar nunca mientras tienden al infinito, y que ahora se salen de los ejes de coordenadas. Cada paso le aleja, y lo sabe, pero sigue dando cada paso seguro, firme. Está convencido de la imposibilidad, y esa aceptación del fracaso le da alas para estrellarse a placer. Podría recordar el olor, pero a este sabor jamás se acostumbrará.

VII.
La luna sigue subiendo. Ya bajará. Me puede el sueño, y quiero dormirme. Allí seré verdaderamente libre, sin ataduras. Ni las tuyas ni ninguna otra. Allí pasaré horas entre los vestidos que no te vas a poner y los zapatos que no te pienso regalar. Allí la historia será la que yo quiera, allí respondes a cada mirada mía, allí me besas, allí te escribo el libro que te prometí, allí follamos hasta que la luna baje del todo. A veces ni siquiera follamos, sólo te miro, te estaría mirando toda esta noche. Dame la mano, te estaría mirando toda la noche. Dame la mano, quiero mirarte toda la noche. Dame la mano, tengo que irme. No te olvides de tapar mi cara con fotos de otros que no son yo.

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