miércoles, 4 de diciembre de 2019

Greta

He sentido que me hablas a través de Greta. Que, no tan en el fondo, sé que es una idea delirante. Pero es que Greta es una idea delirante. Quiero creer que la has creado. ¿Cómo, si no fuera un delirio, podría faltar una niña de 16 años un curso entero al instituto? ¿Cómo, de ser verdad, habría elegido la ruta que ha elegido? Pienso en Greta y pienso cómo ha ido usurpando determinados caminos que siempre quise llevar a cabo. No, no hablo de agitar la conciencia global en pos de un Objetivo de Desarrollo Sostenible. Hablo de conocer a Carolina de Mónaco. Hablo de navegar hasta la costa portuguesa. Hablo de cruzar la península ibérica en burro. Oh, Greta, a ratos yo querría acompañarte. Sobre todo si montásemos en burro. Pero yo no soy tan listo, ni tan altruista. Ni supe engañar a mis padres, aunque de esto último me enteré mucho más tarde de los 16. A los 16 creía que lo hacía. Pero a los 16 se creen muchas cosas. Mis convicciones a los 16 tenían mucho más que ver con llegar al viernes y mucho menos con conciliar el sueño.

En algún momento he pensado que las palabras de Greta eran solo un invento masivo que me permite escucharte a través del ruido. No tiene importancia la emergencia climática: sé que imprimes a color en folios blancos nucleares mientras yo uso blanco y negro a doble cara en papel reciclado. Reconozco que Greta funciona bien como argumento, es capaz de descongelar el silencio (qué importa si se deshielan los polos, si sube el nivel del mar y Benidorm se pierde como ciudad y como idea), Amundsen viajando a la Antártida en clase business y Scott comparte el asiento de al lado, los glaciares son postales de otro siglo, son postales de otro siglo las heladas en los jardines por los que pasaba de camino al instituto en Zamora cuando yo tenía la edad de Greta, si es que Greta tiene 16, si es que Greta existe, si es que Greta fue al instituto alguna vez allá en Estocolmo.

Tal vez, Greta, quizás, podría ser. Un condicional entre los subjuntivos. Una niña entre los adultos, y por mi barrio cada vez menos niños. Te acusan de todo, Greta, y yo, que fui un pésimo niño y un adolescente de veintitantos, querría exculparte. Yo, que ni siquiera sé si eres real. No te tengo lástima, te tengo envidia y sé que no puedo ser como tú ni hacerte compañía. Sobre todo ahora que con más de treinta te doblo la edad y que me entregué en brazos del capitalismo de la estrella de tres puntas y la manzana mordida. ¿Qué habrías hecho tú,  Greta? A través del vocativo y los telediarios ansío el mensaje bíblico que tienes reservado para mí y para tantos otros que son como yo, Dimas y Gestas a ambos lados de tu altar. Unas palabras de salvación o de condena, palabras pese a todo.

Al final, confundida la comunicación y las voces, sin saber si vienen de ti o solo te atraviesan, pienso que en tu personaje, Greta, valdrá mucho más cuando te oiga reír.

No hay comentarios: