martes, 5 de enero de 2016

Hazte Instagram


Te estás acostumbrando a esta sociedad de mierda. Cada día te acostumbras un poco más, y le entregas a algún diablo ignoto parte de tu alma. Cada día nuevas imágenes de vidas ajenas perfectas aparecen perfectamente encuadradas y perfectamente filtradas con sus perfectos dueños sonriendo como si fuesen protagonistas de un anuncio. Mientras tanto, tu vida está pegada a la pantalla por el lado que nadie compra, por la cara oscura. Te estás acostumbrando tanto a esta sociedad de mierda que ya no te importa el radiador apagado, goteando despacio con su rechinar de dientes metálico. No te importa el insistente ruido del camión de bomberos bajo la ventana, retirando escombros de la fachada de enfrente, derruida por la lluvia. De niño te habrías colgado para ver cómo la escalera roja y plata se acercaba a la pared, habrías creado una aventura del drama que supone picar fragmentos de adobe. Hay una vida ahí fuera. La de los que siempre sonríen. La de los que te dan una palmada en la espalda con el ánimo de que tú sonrías porque, según te dicen, siempre hay un motivo para sonreír. Aquella ex-compañera de clase que se ha puesto tetas. La rebaja en el precio de la gasolina por el nuevo año. Han internado en una residencia a la vecina que grita todas las noches. ¿Creen honestamente lo que dicen? ¿Se sienten enteros cuando acaban la frase? ¿Nada cruje en su interior? Tal vez hay gente que por dentro está hecha de una masa informe, una mezcla grumosa en la que los cuchillos pueden penetrar y salir sin causar daño, porque el agujero queda cubierto al instante por el reto de la masa. Quizá construyen con esos grumos los perfectos dioramas que publican periódicamente. Los modelan sin gran esfuerzo y los dejan secar al sol de la costa gaditana, de la Toscana o del Caribe, según cuadre. Pocas veces esa masa de perfección cuaja bajo la solana de la Mancha o las tardes en Aliste. Para eso seleccionan locales exquisitos con pintura rústica y motivos rurales, intimistas líneas rectas que te fusionan con un concepto arquitectónico avanzado mientras disfrutas de una nueva experiencia del sabor reunida bajo la otrora engañosa apariencia de una copa de balón. Te estás acostumbrando a esta sociedad de mierda, y lo sabes porque ya no te rebelas contra lo que unos llaman experiencia del sabor y tú piensas que es echar un rato en el bar. Te estás acostumbrando y lo sabes bien porque en ocasiones tú mismo has buscado esa experiencia que sabes que para ti no existe, ni ha existido, ni va a existir para la gente como tú, que no sales en las fotos con cara de anuncio, que no combinas tu camisa ni tu barba crece con ese espesor viril. No existe para esas personas compuestas de un material rígido, semiflexible, frágil si se torsiona y que, por supuesto, se rompe mostrando una gran dificultad para conseguir la recomposición completa, que lleva años en el caso de que se consiga.

No hay comentarios: