martes, 12 de abril de 2011

La increíble historia del lápiz espacial


Honey, disconnect the phone.
I'm back in the USSR
(The Beatles)

Desmantelaron Rusia ladrillo por ladrillo. Davai, tovarich. Dejaron el vodka para los niñatos en los botellones capitalistas. Na zdorovije . Y ahora son todos rojos, ahora la momia de Lenin tiene el puño más cerrado que nunca. Hasta han dado de lado a Chernóbil. Fukushima, mon amour. Pero nadie se olvida, nadie puede olvidarse de la increíble historia del boli espacial. Nadie puede olvidarse de todos los dólares que invirtieron los americanos en inventar un bolígrafo que escribiera en ingravidez y los pocos rublos que les costó a los soviéticos llevar un lapicero por encima de la capa de ozono. Y Yuri volvió aquel 12 de abril, Yuri volvió y gritó, gritó por encima del gol de Marcelino que aún no les habíamos marcado en el 64, gritó por encima del boicot de los Juegos Olímpicos, gritó por la Plaza Roja y la Perestroika. Yuri salió, y dijo: joder, qué bonita es la tierra desde aquí arriba. Pensó en todos los IL-2 Sturmovik que se estrellaron en Stalingrado, pensó en cómo Napoleón y Hitler fracasaron a la puerta de Moscú, pensó en el invierno de Siberia y en el transiberiano que le iba a llevar al puerto de Vladivostok. Yuri no lloró, no era de esa clase de hombres. No lloró porque sabía que aún tenía que despedir a Stalin con música de Yann Tiersen. Pensó que no tenía una balalaika, que no tenía una perra Laika. Yuri vio las estrellas el primero de todos. Adelantó por la derecha a Neil Armstrong. Yuri habría arreglado el Apollo 13 con celofán en vez de cinta americana. Y cuando terminase, en lugar de quedarse sin tinta para eternizarlo, en lugar de buscar una frase lapidaria para salir por la televisión hollando la luna, habría escrito encima con un lápiz de grafito: Jodeos, cabrones, yo llegué antes que vosotros.

Felices 50, Yuri Gagarin. Gracias por llevarnos a nuestro sueño.


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