viernes, 2 de julio de 2010

La paradoja de la Mecánica Celeste

Long life, David G.

Mi compañero de piso sacó de la biblioteca un libro sobre Mecánica Celeste y se compró una escalera. Eran sus extrañas rutinas que yo respetaba y conocía pues él nunca se opuso a mis cadáveres en el trastero. Devoraba el papel higiénico, resplandecía la vitrocerámica. Yo ahuecaba la almohada a golpes, e inundaba la cocina de fruta verde. No me extrañaron demasiado sus adquisiciones de esta vez. Estudiaba Física a escondidas de sus padres, que siempre quisieron de él la cálida compañía de un aula de instituto. Tampoco sospeché nada cuando empecé a despertarme de madrugada. El primer día que recuerdo fueron las 3:14 am. Luego la hora fue variando sin seguir un patrón fijo. El ruido era extraño. Metal contra cartón, cortes y chasquidos.

Al principio no abría los ojos, y me volvía a dormir. Al fin y al cabo, en mi edificio la esquizofrenia era compulsiva y contagiosa. Estaban los hombres que buscaban a José a voces desde la ventana del cuarto de baño. Estaba el abuelo que despertaba aullando 15 minutos de dolor cada mañana inexcusablemente a las 9.12 am. Estaba la soltera que cantaba a Sabina mientras le visitaban las brigadas del papel higiénico, que se equivocaban de 3º, pues eran para nosotros: ella vivía en el A, nosotros en el D. Estaba la familia que discutía a voz en grito en el patio para demostrar que Belén Esteban es sólo un reflejo social.

Como ya decía, las primeras ocasiones me volvía a dormir, hasta la noche en que me pudo la curiosidad insomne y me levanté para otear por la ventana. Allí estaba mi compañero, subido a su escala de Jacob con la soga al cielo. Con la caja de herramientas heredada de su padre. Con el libro en el último escalón.

-¿Qué haces, tío?- farfullé todavía medio dormido.
- Shhht, cállate- me dijo sin mirarme-. Le estoy apretando las tuercas a Arturo, no me interrumpas.

Él era así. Arreglaba cosas. Una vez la televisión se dejó de ver. Una vez el frigorífico empezó a calentar. Una vez la lavadora secó. Y nunca hubo un problema. Como el señor Lobo, en Pulp Fiction. "Soluciono problemas". Yo me volví a la cama. Hay veces en las que te levantas sin saber si algo ha pasado o no. Luego estás haciendo tostadas y te acuerdas. Él ya no estaba en la cama. En el trastero estaban la escalera y la caja de herramientas.

Verás. Toda esta gilipollez sirve para explicar que mientras duermes hay gente que hace cosas extrañas para que todo el mundo que tú ves, incluso el que no ves, funcione. Colocar Aldebarán en el lugar que le corresponde, recalificar terrenos urbanizables en la Luna. Calcular órbitas geostacionarias con ecuaciones diferenciales o mecánica cuántica. Repartir paraguas venusianos para detener tormentas solares. Hay gente, perdon, personas, que cuando tú no te has dado cuenta, y estás con la boca abierta descubriendo que hay una Osa Mayor, ya se han leído 20 tomos, y con su boca cerrada, lo han puesto todo en su sitio.

2 comentarios:

Victor Balcells Matas dijo...

muy elegante y cuidado, celebro su tensión. ¿En salamanca?

Rebk dijo...

me gusta.