"Y si no tienes a donde ir, invéntate un sitio, porque muy pronto estarán ocupados todos los rincones de tu sombra por motivos de sospecha, ilusiones y juegos de manos con los que por última y definitiva vez lo único que sacarás en claro es que por mucho que intentes cambiar de vida lo único que consigues hacer son experimentos con gaseosa.
Empezaste con tus dulces dieciséis, con los tintos de verano en las terrazas de Carabanchel Alto, jugando al mus por las tardes con aquellos viejos que te llevaban del orden de 50 años y un par de trampas de experiencia, amén de esa simpar elegancia del palillo plano en la comisura de los labios, donde Marilyn llevaba el encanto, y ellos el desencanto.
Luego te pasaste a las botellas de ácido carbónico (h2co3 para más señas), que te daban ese estúpido aire de suficiencia y apariencia chispeante, pero que no evitaban que te disiparas tres segundos después en la boca, dejando sobre la lengua el recuerdo de burbujas y el regusto ácido pero sin sentido.
¿Y ahora qué? [te preguntas, me pregunto, nos preguntamos] Ahora tratas de convencer al mundo de que te has pasado al vidrio volviéndote un tipo amargo pero interesante, como la tónica de Hugh Laurie o como si te hubiera escrito Bukowski el guión, vendes tu nuevo sabor en barra fija y hasta americana, y, ¿sabes?, a mí no me engañas, sigues siendo el mismo mierdas de siempre, lo supe en cuanto te mezclé con un buen tinto de Toro; a mí los experimentos con gaseosa nunca me fallan."
No hay comentarios:
Publicar un comentario