Nadie dice por la calle lo que todo el mundo ha oído ya,
que se acaba el mundo,
nadie ha oído que van a robar las calles,
que el Apocalipsis nos va a robar los últimos instantes,
y tendremos que soportar siete trompetas y jinetes desbocados,
con sus herraduras machacando los adoquines
que tanto le costaron al contribuyente,
que en esos momentos
[el efímero final de su vida]
no pensará frases románticas,
sino que lamentará
haber pagado tantos impuestos
para esto.
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