viernes, 10 de febrero de 2023

Un cierto poder

 En qué recipiente se guardaron todos los tiempos pequeños como latidos, ¿alcanzó Icloud para darnos cabida? Y cualquier cuestión que ya no se plantea, inmaculada como esta nieve que crepita bajo los pasos y rompe el silencio y la blancura con nuestra presencia, ¿podremos subirla al servidor? Un destinatario digital, ¿desea enviar este correo sin asunto?, un museo de lo humano y las revistas de lo divino, los retoques que le dimos al guión perfilando nuevos finales con cada nochevieja. Lo que pareció un estreno en verano ahora es caduco como las teclas que ya no adornan a los dispositivos, esos que duermen en cajones por si el apagón digital y los rusos y la bomba atómica y el tren de alta velocidad y las carreteras nacionales y no volvernos a ver. Cuánto miedo en las autovías por si el arcén está cubierto de escobas, cuánto se lloró por cada herida y qué lejos queda la playa desde esta oficina. Que un escalofrío lo puedo negar pero no niego la mariposa y cierto temblor indefinido, tal vez sea daño neurológico degenerativo, es lógico porque sólo huíamos hacia adelante y las posibilidades de la desaparición digital tienden a cero, de manera que cada aparición se merece nuestro cariño y nunca el miedo, la caricia y no el desdén, la complicidad de sabernos qué y quién pero no dónde y cuándo. La sorpresa que nos da la noche que rehusa el pavor y acepta la sonrisa, y unos minutos dedicados al retorno. 

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