jueves, 5 de noviembre de 2015

Portugal (I)

11.       Velatorio
Hay personas que están hechas de otro material. Los reconocerás fácil, son los que lloran en los velatorios de su abuelo por el amor que perdieron más que por la felicidad que le aportan los recuerdos del ser querido que acaba de pasar a mejor vida.

22.       Peso da Régua, sábado noche.
Los faros del coche al cruzar la rotonda iluminan la lluvia en diagonal. El otoño ha teñido el valle del Duero de marrones, rojos y verdes, pero la cara de los peatones sigue pintada de gris. Freno poco antes de atropellar a uno de ellos en un paso de peatones que un reguero de agua ha borrado. Dentro de su cara gris brillan unos ojos de ira que recuerda la brasa del fuego casi consumido, apenas caliente, adormecedora, letal. Quizá miraron así a Mariza antes de acabar con ella. O tal vez fue Mariza la que, antes de entregarse, miró con esos ojos encendidos y ese rostro gris.
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33.       Autovía IP4
Una furgoneta blanca con una franja verde que cruza desde el capó al portón trasero circula por el carril izquierdo varios kilómetros por hora por encima del límite permitido. Policia Judiciaria. Los muertos esperan para siempre, los vivos están corroídos por la sed de justicia, que más bien suele serlo de venganza. La venganza no se admite en esta sociedad civilizada, sin embargo la justicia enmascara los mismos sentimientos bajo una permisible máscara que no avergüenza a sus partidarios ni a sus ejecutores.

44.       Mariza
En Aveiro los flamencos se sostienen ingrávidos sobre las salinas cercanas a la ciudad, queriéndose camuflar como juncos. Mariza flota boca abajo en el barro. La escena no tiene  más música que el viento del Atlántico y los coches de la cercana autopista. Quién, cuándo, cómo, dónde y por qué. El dónde está bien atrezzado. Faltan las cámaras que llegarán en varias horas, los arcos voltaicos y las cintas de colores. Sobran preguntas que nadie se hace porque sólo tú y yo lo estamos viendo.

55.       Piolho D’Ouro
Las mejores promociones de Medicina dejaron versos de sus hazañas universitarias grabadas en mármol  sobre las paredes del café. Las mesas corridas de madera oscura están rebosantes de estudiantes con capas negras sobre sus trajes y corbatas. No cabe un alma más, es viernes por la noche, la gente se frota las manos al entrar, el vino tinto encarna las mejillas y enciende las sonrisas. Alguien ha sacado una guitarra al fondo y empieza a sonar una canción, secundada por varias voces y muchas palmas. Las placas reflejan la juventud pero no la atrapan, sólo dejan constancia en letras doradas. Para atrapar la juventud hay que pedirle que deje la guitarra en el suelo, asirle la cintura y besarla profundo y suave. Así , a la mañana siguiente, en ocasiones quedan restos de perfume en la memoria y años después se magnifican. Cuando se vuelve al café y las mesas marrones están vacías, oscuras y brillantes quedan el beso y su perfume

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