miércoles, 5 de septiembre de 2012

Fuego en Videmala

Vengo aquí para escupiros toda la bilis a ti, o a vosotros, culpables, porque sólo sois culpables. Sois culpables de haber destrozado la sombra de mi descanso. El árbol de mis confidencias. El camino hacia mi baño en el embalse. La cabaña de mi amigo. Habeis quemado en una sola noche el verano, mi verano, porque mi verano tiene nombre de Videmala.

Puede que hayais quemado campos enteros. Puede que hayais estado a punto de destrozar casas y vidas. De cruzar vuestras miserables existencias con la de una diezmada población que resiste al ataque del invasor, que no es otro que el Olvido, que es la muerte, que es el desierto en que se está convirtiendo nuestra Tierra de Alba.

Escuchadme, yo os acuso. Os acuso de haber traído en una sola noche el desierto, la muerte y el Olvido a mi pueblo. Os acuso. Habeis quemado bosques. Habeis quemado sombras y arroyos. Habeis sembrado de fuego y humo el atardecer y la madrugada. Vengo a escupiros en la cara palabras que nunca vais a tener la desgracia de leer, ni la fortuna de entender, porque las palabras no son vuestro juego. Vuestro juego es lo oscuro, lo oculto, lo ignoto. Vuestro estilo es astuto sin pretenderlo, y en vuestras caras, que desconozco pero imagino, se dibuja la imagen del miedo cuando os da la luz del sol y se vuelven taimadas cuando se pone y la oscuridad os protege.

Vuestro reino de fuego y miedo no es de este mundo, como no lo son vuestros corazones de alguna clase podrida de piedra resistente a las heladas, a las nieblas y a las tormentas que nunca llegan cuando encendeis la chispa adecuada, la llama que nunca os alcanza el vello púbico, el humo que nunca os estrangula la garganta, la cuerda más fina que nunca vereis y cercenará no vuestro cuello, sino vuestra maldad.

Pero no, no compartimos reino ni deseos. No compartimos las charcas inmundas en las que bañais vuestra piel mugrienta, porque yo lavo mi conciencia con agua de manantial, para que se arrastre río abajo y al llegar al mar, que probablemente nunca hayais visto, se convierta en lluvia que me vuelva a caer encima, que me empape y me haga sentir. ¿Alguna vez habeis sentido? ¿Alguna vez se os ha cortado el aliento delante de un paisaje? ¿Habeis amado? ¿Habeis sido amados? No, me niego a creerlo. Si lo hubierais hecho no tendríais la sangre fría de asesinar una Tierra. De poner en peligro vuestras vidas y el futuro de otras muchas.

Nunca tendreis un sentimiento. Nunca vuestras escasas neuronas sentirán el poder de una corriente eléctrica que las mueva a emitir una sonrisa sincera, nunca tendreis la necesidad de practicar el altruísmo porque nada os hace trascender, no temeis a un Dios ni, por tanto, a ningún humano, vuestro pensamiento superior está subdesarrollado, vuestros lóbulos frontales atrofiados y todos los circuitos mesolímbicos donde se almacenan las emociones, los recuerdos y el poder de la memoria para mejorar vuestras vidas están simplemente llenos de paja seca.

Confío, por lo tanto, en el poder de vuestra mente para que algún día, por esas simples casualidades que suceden, dos neuronas entren en contacto iónico y toda esa paja prenda. Y que ardais por dentro, que ardais sin llama, que se os consuman las pupilas igual que se han consumido los avellanos, que se doblen y resquebrajen vuestros huesos igual que ramas de las jaras y escobas que hoy ardieron.

Entonces, arrodillados de dolor y con los ojos lagrimeantes de fuego, os deseo lo mejor. Que conozcais, nada más que durante unos breves segundos, el significado de varias palabras que nunca habeis usado. Arrepentimiento, responsabilidad, culpa.

Perdón.

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