viernes, 27 de marzo de 2020

Enfermedad de Alzheimer de inicio atípico

Si tuviera que olvidarte
Y no hablo por voluntad propia
Si tuviera que olvidarte
¿por dónde empezaría?
Hablo de una proteína
Acumulada entre mis recuerdos
Así corro, así abrazo, así sonrío
Así solía escribir las eses.
Si yo tuviera que olvidarte
De pronto, los surcos más amplios
Y todo el gris menos blanco
Ojalá perdiera primero lo que odio
Sentada de esa forma estropeas el sofá
Todas las migas y el chocolate sobre el parqué
el papel higiénico girando en sentido antihorario.
Si tuviera que olvidarte querría tener fe y un dios
Para que se fueran ellos antes
Y yo nada más perdiera con su marcha el miedo
A salir a la calle desnudo
O conducir treinta kilómetros a contramarcha
Encogerme por donde menos duele
Porque eso se pierde con más facilidad.
Olvidándote por partes iría
Bajando paso a paso la escalera
Qué querría yo que fuera lo último
Tu nombre me da igual, tal vez
Saber quién eres o
No saberlo, sólo sentir el significado
De cuando sonríes porque lo hago mal
Que te enfadas porque he acertado.
Estoy dispuesto a olvidarlo
Pero no olvidarme de mirarte
Ya sin saber tu nombre ni quién eres
Abandonadas las listas de libros a final de año
Y las fotos de los viajes que hicimos juntos
Estanterías polvorientas con regalos de amigos
Acumuladas las tareas en la pizarra
Nada más habrá que hacer ese día
No pido más que mirarte, no olvidar mis ojos
Mirarte como te quise, ya no sabré que te quise
Ni cómo atarme los zapatos
Llorar estará fuera de sitio
Porque no entenderé lo que es una lágrima.
Si tuviera que olvidarte, ya en la última estación,
Perdida toda esperanza
Salvo para mí, que no tendré nada
Ni miedo ni tristeza ni rabia
La parte final de nosotros me gustaría
Que se pareciera a la primera
Cuando no éramos nada, y reías tanto
Reías más a menudo
No me mirabas con condescendencia
Y yo te temía y admiraba
Porque cada día podía perderte
Sin saber qué vendría mañana, a eso
Se parecerá el final:
Si tuviera que olvidarte,
Acabemos contigo riendo
Sin saber qué vendrá mañana.

sábado, 21 de marzo de 2020

confinamiento (I)

1. En estas vacaciones de verano anticipadas llueve y hace frío. Miro con odio a quienes salen de casa sin motivo justificado y luego vuelvo al sofá para animarme: lo estás haciendo bien. No me lo creo del todo. 

2. El nuevo uso de las palabras es tan antiguo que García-Márquez tendría que señalarlo con el dedo. Querer a quienes ya queremos, acercarnos a los que están lejos, conocer a quien quiera ser conocido. Mis amigos en multipantalla, mis padres con lag, redes sociales silenciadas. 

3. Abundan los planes para cuando todo esto termine. ¿Cuánto nos durará la euforia de la vuelta a la rutina? ¿Recordaremos que un día al salir y respirar fue como si nunca hubiéramos probado el aire? Apuesto que en dos semanas seremos de nuevo los mismos. 

4. Las caras en la radio son transparentes, pueblan la cocina y la llenan de lágrimas a la hora de comer. Estos días prefiero el reggaeton espontáneo en las terrazas de los vecinos a los que, de otra forma, nunca se lo hubiera tolerado.

5. El aplauso de las 20.00h me ha devuelto a zorro del Principito y su puntualización sobre los ritos. Domesticados como estamos, los minutos previos me generan una inquietud creciente, sin dar por hecho si acudiremos a la cita, si veremos las caras habituales, si nos despediremos hasta mañana a la misma hora.

miércoles, 11 de marzo de 2020

el deshielo

Arriesgando sobre hielo fino, el crujido bajo los pies acelerando el pulso, siempre a centímetros del error, conduciendo fuera de la consciencia como Senna en Mónaco '88, dejando ver todos los trucos desde el backstage, con las miradas más inapropiadas y los comentarios sutiles pero evidentes, lejos del tono adecuado y en el momento más inoportuno, sin la menor precaución pero muerto del miedo que se acumula sublimado en el recto-sigma y aprovecha cualquier despiste para escapar, los despistes que son constantes y descontrolados, sufriendo en este silencio tan elocuente a través de las manos, de la contracción de los músculos que circundan la boca, de la trayectoria siseante de la espalda y sin opciones de triunfar, sin una sola ventaja que ganar porque todo son pérdidas todo son pérdidas todo son pérdidas repítelo hasta que te lo creas salvo que no lo crees, inmune al fracaso por mecanismos pueriles de psicología, cualquier movimiento es una pérdida, hará que se rompa la capa de hielo primaveral y te empapes de realidad, Senna contra el muro bajando Mirabeau sin explicación para nadie más que para él, las cartas que se caen de la manga, risas desde la sombra de la platea y codazos cómplices que se limitan a confirmar lo ya sospechado, el fraude de un mago que no pertenece a ningún lugar tal vez porque no sabe pertenecer o tal vez porque le han echado de todos y la responsabilidad se encuentra en su mochila.
Arriesgando sobre hielo fino. Todo para el público emocionado, protagonista de un momento único y sin embargo mil veces repetido para mil públicos diferentes, acaso queda otro calor más que el calor del público, qué equivocado está, ignora deliberadamente que el calor que importa siempre estuvo en casa. La caída ha de ser dura, piensa mientras cae y planea la próxima actuación.