miércoles, 8 de abril de 2015

Regli

Gracias, amigo, por ser el mejor compañero de viaje que he podido tener. Por darme miles de horas y kilómetros a tu lado, por haberme traído y llevado con seguridad, con celo y fidelidad. Por las carreteras, autovías, caminos y circuitos. Desde Florencia a Jerez, pasando por Videmala y por Mónaco. Ahora nuestros caminos se separan, pero continúan. Agradecimiento es todo lo que le tengo a tus tapicería de tela llena de migas y a tu guantera rajada, al lector de discos que se atasca, al trozo de madera en el salpicadero. A los sueros fisiológicos bajo el asiento, al aire acondicionado, a ese depósito eterno que me ha impulsado tantas veces. Te he conducido pero tú me has guiado y protegido sin pedir a cambio nada y, sin embargo, mi cariño es infinito por ser esa clase de objeto al que le crece un alma entre los tornillos y en el que se enraízan los recuerdos que ambos nos llevaremos. Gracias, amigo, por haberme traído más lejos de lo que jamás pensé llegar. Hemos recorrido el camino deteniéndonos en las piedras, las personas, los momentos. Hemos llenado el alma con cada paso que nos ha traído hasta aquí. Pero importante no es haber llegado hasta aquí, sino que hemos llegado juntos.