domingo, 29 de marzo de 2009

El 25-M

Éramos jóvenes e inexpertos. Ahora...ahora, no sé ni lo que somos. Supongo que no más que una pandilla de depravados. La historia surgió en las noches del pueblo, de los veranos eternos en los que todos menos nosotros encontraban el amor. Y el sexo. Qué iba a ser, pues teníamos dulces 15 o 16 añitos, e ibamos con chavales cuatro o cinco años mayores que nosotros, y nos cubrían con la sombra de sus hazañas, éramos fácilmente impresionables, aunque jurábamos ser muy maduros.

Éramos los tres de siempre. El Gina, que heredó el apodo de su abuela, el Patxi, que respondía a un nombre mucho más castellano, y yo mismo, Jaio. Yo era (por suerte, sigo siendo) el mayor, Gina se quedaba un añito más pequeño, y Patxi dos años por debajo de él. Hablábamos, hablábamos mucho, nos reíamos de todo y de todos, incluso de nosotros, de nuestros éxitos y nuestras frustraciones, por eso recuerdo todo ese tiempo con tanto cariño. Quizá porque ahora esas cosas ya no pasan tanto.

El caso es que fuimos viendo pasar los veranos, y a pesar de rollos esporádicos con las chicas del pueblo, de belleza más o menos distraida, veíamos cómo seguíamos año tras año sin mojar, y las expectativas no mejoraban, no, ni mucho menos. A nuestro alrededor hasta los más cazurros se curraban un polvo en un coche de segunda mano. Nosotros, ahí nos tenías, con nuestras bicicletas que en aquel entonces ni tenían cambios ni hostias. Y sillín de milagro. ¿Cómo íbamos a hacer nada?. Entonces, en nuestras adolescentes y hormonadas cabecitas fueron surgiendo planes.

El más descabellado de todos fue al final el que triunfó. Empecemos por el principio. Valoramos todas las opciones (quizá nos quedamos cortos, pero nosotros creimos valorarlas todas), y decidimos la más lógica. Irnos de putas. En el pueblo de al lado, un puticlub de fama oscura, cuya denominación anterior, Bar Manolo, había cambiado a un nombre más comercial, Golden Sex, en busca de dios sabe qué, porque los clientes seguían siendo los mismos agricultores sin título de idiomas.

Total, que con 17 años Gina y yo, y apenas 15 Patxi, decidimos que cuando éste último llegase a los 18, para no ir al trullo, nos pagaríamos unas putas si ninguno había conseguido el consabido objetivo. Eso nos daba tres años de margen de reacción, así que ninguno fuimos conscientes del peligro. Porque tres años después seguíamos en las mismas. Un par de novias cada uno, incluido el benjamín del grupo, y no hubo por donde meterla, como si nos hubiéramos casado con sirenas.

Y esas navidades nos acordamos. Patxi iba a cumplir los 18 en apenas tres meses, y volvió a nuestras cabezas aquel maquiavélico plan que habíamos trazado. Y nos miramos en círculo con las caras blancas como la tapia de la iglesia del pueblo. Y decidimos que si había que hacerlo, qué cojones, se haría. Pero que íbamos a luchar.

Cada una de aquellas noches de fiesta de diciembre hasta marzo fue una cacería salvaje. Y ya se sabe, cuanto más buscas, menos tienes. Y llegó la noche del 24 de marzo. El veinticinco eme era para nosotros ya una fecha como son el veintitrés efe o el veinte ene, en este país de siglas y números.

Nos reunimos, puta coincidencia que fuera Sábado Santo, en la plaza del pueblo, y fuimos a pasear por las calles del pueblo, que guardaba silencio enlutado. Yo ya tenía un R5 amarillo en aquel entonces, el [auto]móvil del crimen. Y, silenciosos, con risas nerviosas, subimos al cacharro y recorrimos los 10 kilómetros con los Chichos en el cassette.

Entramos en el bar. Miramos alrededor. Llevábamos cien excusas preparadas por si alguien nos conocía. Pero claro, a ver quién declaraba que nos había visto allí, acusándose a sí mismo. El plan, objetivamente, no era malo del todo. Pero bueno, pedimos unos cubatas por animarnos. Unas caribeñas merodeaban entre los diez clientes, trece con nosotros.

Y nosotros... nos acojonamos, pues claro que sí. Cogimos el R5 en cuanto acabamos los vasos de tubo, y nos fuimos al monte, a reirnos, a partirnos el culo de lo fracasados que éramos, pero al menos supimos reconocerlo. Patxi triunfó tres meses después, acabando el COU, Gina se hizo con una novia cacereña que lo mataba a polvos en septiembre del curso siguiente [lo dejaron por aburrimiento, él me dijo que era sólo físico, demostrando que en cuanto tienes lo que deseas, te cansas]. Yo fui el último en llegar al asunto, en esa Nochevieja.

Quedamos el día de Reyes. Cogimos desde Zamora el R5 y subimos por la Nacional a tomarnos otros tres cubatas en el Golden Sex. A cerrar un ciclo. A ver cómo se terminó nuestra dulce adolescencia, y todavía me emociona sentir que fuimos unos chavales, y que podíamos soñar, y que podíamos tener miedo a la vez.

De cosas tan estúpidas como el Veinticinco eme.

Atrás

Yo lo sabía, y ella lo sabía, pero lo cierto es que yo no sabía que ella lo sabía. Por eso me quedé de piedra, preferí reirme al enterarme, preferí pensar que era mejor no pensar que era un cobarde, o a lo mejor era exactamente la confirmación de que lo era.

Joder, qué trabalenguas.

Se trataba de no equivocarse, de otro juego de espías más, de guardar silencio en todos los momentos adecuados. Y luego supe que nunca supe guardar silencio, supe que nadie me traicionó, fueron deslices. Otra lucha de gigantes que se me iba de las manos, y aunque este partido ya lo había jugado hace mucho tiempo, siempre sorprende descubrir que lo malo que tiene el pasado es que nunca lo puedes negar, hice un par de llamadas telefónicas y me puse en contacto con mi abogado, que tuvo una atareada semana.

Decidí la frase de toda la vida, tenemos que hablar, la cacé en un coche negro y nos fuimos a otra ciudad diciendo cosas de verdad, que ya era hora. Me tembló la voz, se me secaron los labios y paramos a repostar la máquina y yo a por una botella pequeña del tiempo, de agua, que lo otro me lo tragué todo la noche anterior.

Siempre me lo imaginé más romántico, de otra forma y posiblemente con otras palabras, pero no tan maduro. Años de darle vueltas a la cabeza me han enseñado esta clase de cosas, y de adelantamiento en adelantamiento salían las palabras. Se portó bien conmigo, y eso lo hizo bueno y malo a la vez, es paradójico cómo van estas cosas.

En el fondo lo paradójico es ver cómo esas cosas a las que durante un tiempo les das tanta importancia, pueden pasar en un segundo, quedarse atrás, y ya está. Nunca se cierran las carpetas del todo, pero mi archivo esté hecho a base de todas estas historias. Y además, sino nunca podría escribir sobre nada. Concedamos un homenaje a lo que se nos va de las manos.

BCN, introducción en verso

Doblado en el metro, doblado
nunca más he bebido, mamá
sólo intento ser feliz
sacar la mierda de la cabeza, que me persigue
cuando me encierro en mí mismo, y doy mil vueltas
hasta volverme loco, o más cuerdo
porque pienso sobre principios y final
pienso en ser feliz, ya lo he dicho.

No soy ningún poeta de mierda, ni una mierda de poeta,
yo intentaba ser feliz, e hice cosas
como huir sin que me vieran
como creer en el amor
como escribir versos a ciegas
y esas cosas de Bécquer y Machado
pero me di cuenta de que yo no iba,
de hecho nunca fui,
por ese camino.

Así que cogí un avión con Nacho, y nos fuimos al mar
yo le cantaba de Loquillo y él me las daba de Brandon
entramos con sol y nos fuimos de resaca
[nunca más he bebido, mamá,
sólo intento ser feliz]
aeropuertos de barrio, barrios industriales y luz de madrugada
putas negras que te apuñalan por la cartera
ovejas negras que te encienden con cerveza
la montaña mágica
el anillo olímpico
las risas
los amigos, de aquí, de allí
los recuerdos.

Me fui a Barcelona, y sin proponérmelo,
logré lo que me propuse.
Volví, y Barcelona, sin proponérselo,
logró lo que se propuso.

Ahí me tienes, libre, feliz
tirado al sol en el Park Güell, con las gafas de mi madre
la misma que me metió en la cabeza esta ciudad
en la cabeza, y en todas las historias que viví desde pequeño
y ella nunca se arrepiente de haber vuelto
yo tampoco me arrepiento de haber vuelto allí, a cerrar un ciclo,
aunque son cosas que no se cierran
porque de cada paso, sale un nuevo lío
y nos liamos, y nos liamos. Ahí me tienes, caminando despacio,
leyendo Caperucita en Manhattan
tirado al sol, ya te lo dije.

Doblado en el metro, por retomar la historia,
pero, amigo, hicimos historia, ho habeu vist?
en noches de buen rollo social, de masas rebeldes e incoherentes
en la intimidad de una habitación doble
o en el cómodo anonimato de doce mil almas al unísono
seguir adelante no es una elección, era sólo dejarse llevar, ya veis,
unas veces la vida tan jodida
y otras tan jodidamente fácil.

sábado, 28 de marzo de 2009

Mr. G.

La gente suele hablar de las figuras en la sombra como si por generalización constituyeran un colectivo de buena gente, de genios que sostienen ideales, civilizaciones y demás utopías. La gente nombra a las figuras en la sombra como piezas inexcusables de un rompecabezas social, la gente habla de figuras en la sombra, pero nunca se preocupan demasiado.

Luego llega un día en el que te preguntas si de verdad existen figuras en la sombra, y entonces la respuesta viene sin más. Y es que no hay figuras en la sombra, sino personas que saben vivir su vida sin buscar el protagonismo estúpido de hacer suyo cada instante, cada chiste, cada copa, cada mujer. Mr.G hoy hace veinte años llevando esa parte de la vida, haciendo su vida y no la de nadie más.

Supongo que es complicado hacer un resumen de veinte años, y más cuando no los he visto todos, sino que le llevo siguiendo la pista desde los trece más o menos. Un buen tipo. Un grande, dicen por ahí. Y lo lleva sin más. Lo vereis en cualquier biblioteca, en cualquier calle, en un frontón o encima de una bicicleta de montaña negra, subiendo al infierno [en Villaflor] o bajando al cielo [en los Adiles].

David, pegado al número 19, ahora se pasa a los veinte años, y sabe dios cómo le irá. Ahora que hace su vida, ahora que le pierdo un poco la pista, me alegro más aún por él. Ocupa un estudio en Salamanca, hace vida de bohemio sin escribir ni beber ni fumar [ni follar, pero de eso ya hablaremos], así que en el fondo lo que le hace bohemio es el hecho de ser solitario. Pero le veo enredarse por ahí, y pienso que le irá genial si hace lo que yo llevo tanto tiempo sin saber hacer, jugármela.

Hace un año, le felicité los 19 debajo de la Torre Eiffel, hoy anda en cualquier lugar, aunque ya me lo encontraré por ahí. De vez en cuando, después de un mes o dos sin vernos, nos llamamos y me sigo dando cuenta de que nunca ha habido figuras en la sombra, lo que pasa que hay gente que no es capaz de mirar hacia la luz. Él sí, dice que quiere ser astrónomo. Le queda bien, cerca de su lugar.

Otras veces le he escrito algo pastoso, carameloso. Hoy no quería caer en ese error, y lo siento si lo he hecho. Pero bueno, es lo que hay. Veinte años de los que ya son casi siete llenos de recuerdos, casi todos buenos. Y otros amargos, como la noche en que se fue a dormir escuchando esta canción, y que no se nos olvida nunca.

Grande, jefe.

Los Killers

Sabéis? Nunca creí estar de acuerdo con Ansón. Y va el tío y la clava.

ESTABA TODO Madrid, desde Aznar, el político, a Guti, el futbolista; desde Hugo Silva, el televisivo aspirante a actor, a Mónica Cruz, la actriz excelente; desde pepepijos de vario pelaje a destacados progres caviar socialistas; desde señores antiguos de corbata hasta adolescentes ombligueras... Leer todo

Porque The Killers, ahí van. Yo contaré que los tenía en vinilo, antes del marasmo, y me sentiré orgulloso, con mis nietos.

jueves, 19 de marzo de 2009

Ja soc aqui

Mi enlace sindical me espera a las 14:30 del viernes en la Plaza Catalunya. 32 años después mi generación vuelve a Barcelona. Noches esperando este momento, quemando ilusiones. Sin balas en la recámara esta vez. Todo dentro.

Y hace un momento que me ha dejado, aquí en la ladera del Tibidabo
la última rubia que vino a probar el asiento de atrás
.


Porque Barcelona es Loquillo, y Loquillo es magia.

lunes, 16 de marzo de 2009

Yo, y mi yo



Yo tengo mis ganas de escapar hartas de irse, tengo mi mochilla llena de sitios y de polvo, y mi yo no tiene un sitio para sentarse tranquilamente, y poder decir que ha descansado esta noche. Yo tengo los ojos que me bailan, la vista cansada de descansar sin posarse en letras de verdad, de intentos de los que saben que lo saben, y mi yo tiene los brazos machacados de pillarselos con la ventanilla de cristal para respirar más alto. Yo tengo los nudillos resecos y traqueteantes, aunque no tanto como otros, y mi despertar de cada mañana es una basura que me quiere devolver a la cama, y mi yo me dice que me levante y nos bajamos juntos con música de antesdeayer, por qué nadie me ha dicho nada. Yo tengo las dudas y las respuestas, y mi yo tiene los miedos y las respuestas, y cuando nos juntamos yo y mi yo hablamos del vacío que nos hace no saber nada y tener miedo, pero si yo y mi yo nos callásemos lo sabríamos todo.

Es entonces cuando vuelvo a la realidad, para darme cuenta de que yo lo que me tengo es a mí mismo encerrado entre todo lo que escribo, lo que miro y lo que callo. Me da pena, a veces, vaciar botellas verdes en vasos transparentes, porque al día siguiente me vacío yo mismo en tazas de porcelana blancas. Es entonces cuando vuelvo a la realidad y me saturo, y me doy cuenta de que mi madre me está dando calor en la mano, y a veces eso es todo lo que necesitaría, porque gasté tardes enteras divagando sobre la felicidad, haciendo filosofía de cajón de pino, sin cantar ni una sola vez himnos de derrota y disuasión desde lo alto de mi cama, sentado en mi silla de fieltro verde, y las risas se apagan al otro lado del tabique de ladrillos. Yo me río, en cambio, cuando me da la gana, y si no he llorado es porque nunca se me ocurre qué pensar.

Le contaba ayer a mi sobrina de diecinueve meses, paseando por el casco antiguo, las sutiles diferencias entre el bien y el mal, lo blanco y lo negro y todo lo gris, e incluso de los sentimientos y el sentido de la vida. Le conté que el Duero muere en un infinito de agua, pero que aquí ella sólo podrá ver un hilo verde. Nunca sabré si me entendió, o quizá lo entienda cuando yo esté callado y ella tenga, como yo ahora, veinte años, y toda su cabeza sobre sus hombros. Lejos, muy lejos.

Aullido, de Allen Ginsberg

A mediados de Junio me junté con unos cuantos experimentos escritos a mano, y se los envié a Clifor en busca de una segunda opinón poética. Clifor me hizo una lista con los libros que debía leer si quería saber lo que era poesía. Libros que yo he ido devorando poco a poco, sin hacer ruido, deteniéndome lo justo en unas esquinas y parándome todo el tiempo del mundo en otros. Esta semana he llegado hasta el "Aullido", de Allen Ginsberg, autor norteamericano de la segunda mitad del siglo XX, miembro intemporal de la Generación Beat.

Aullido es eso. Un desgarro en la garganta, sacar la locura que se agolpa en las neuronas a base de aporrear una máquina de escribir con metáforas de verdad, de la verdad que sólo ven los que ya están ciegos. Ginsberg grita y se revuelve contra una realidad depravada que no merece ni apelativos de cine negro, es sólo tierra de alcohol y manicomios, de comunismo panfletario acorralado por la caza de brujas, de poesía contra todo y contra todos, lejos de la caverna academicista.

Aullido es un libro con fuerza, la fuerza que le da el dolor. Aullido es sincero, y eso es lo que le da el valor. El valor de esta poesía que no recurre al pastel del amor edulcorado, que no recurre a las leyendas gitanas ni a la Guardia Civil, que no se va de Castilla, sino esta poesía americana que hace lo que todos deberíamos hacer en algún momento. Ser sinceros.

"He visto las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura..."

jueves, 12 de marzo de 2009

Oporto o la Decadencia

Elige llegar tarde a comer. Elige subir tarde a la habitación. Elige dejar tus cosas en la 408 pero ir directamente a la 415. Elige mirar a los ojos de Pablo, y oir como te dice que se quieren ir a Oporto. Elige ir a Oporto. Elige tres colegas de puta locura, un guiri, un hombre lobo y un trípode. Elige un Audi A3 Sportback 2.0 TDI automático. Elige comprar en el Eroski comida de picnic. Elige la autovía hasta la frontera, y más allá. Elige cambiar el aceite en Portugal. Elige Editors en el radiocassette. Elige atardecer bajando hacia el Duero. Elige el Estadio do Dragao, rodeado de portugueses con bigote, y portuguesas sin él. Elige quedarte sin entrada, y elige Superbock en un centro comercial para mentes apagadas. Elige fiesta donde nadie más la ve, elige garitos cerrados para intelectuales donde te cobran por salir y no por entrar, donde tienen rones blancos para maricas que beben de pie hablando como señoritas. Elige dormir una hora cuatro tipos en un coche que se va quedando sin oxígeno, y los cristales empañándose. Elige pasear bajo la luz de la luna hasta el puente del Duero con Pablo, donativos de treinta céntimos, elige tipos de dos metros con gabardinas negras que se llevan la mano al bolsillo interior. Elige Mañanitos de chocolate y GPS de luz nocturna, elige autopistas de peaje y autovías solitarias. Elige no dormirte y relevar en gasolineras de baja estofa. Elige dormirte de copiloto, y deslumbrarte al llegar a casa. Elige subir sin desayunar.

¿Desayunar? ¿Quién necesita desayunar cuando tiene Mañanitos al volante de un A3 rojo?

domingo, 8 de marzo de 2009

Me evaporo, nena

Me evaporo, nena, me voy de esta ciudad y no te llevo conmigo porque no, porque estoy decidido a olvidarte, te lo escribo en una servilleta de papel, limpiate lo que quieras con mis letras [los labios, el culo] pero andate con cuidado, que ensucian también si aprietas mucho, como yo cuando me aprietas demasiado. Me voy, ahí te dejo las llaves de una casa que no es mía, de un coche que es de alquiler, de una taquilla prestada, te las dejo juntas en esa cadena para que te ates donde te dé la gana, porque yo estoy libre ahora que ya no me haces caso. No sé si tú y yo sabemos lo que pasa, no sé si yo sé lo que pasa, no sé si pasa algo, pero ahí te tengo, donde siempre estabas, y girando la cabeza hacia otro lado, y sin decirme nada, y es que yo tampoco tengo más que monosílabos para ti, punto y aparte.

Entonces empezaré el párrafo final, segundo y final, fíjate qué ironía, diciendo lo que no te voy a decir nunca. Que esto no existe, que cuando me haya vuelto a otra ciudad que tampoco sea mi ciudad ya habrás encontrado lo que buscamos, y yo seguiré perdiendo lo que encontraste por todos los bolsillos de mi cazadora cara del mercadillo de los martes por la mañana. Tengo tantas ganas de nada como de ti, tengo un dolor de cabeza provocado por las dosis de ironía con las que nos atacamos que presiento que voy a tener que cerrar este libro con un punto y final, antes de que se me escape el bus. Me evaporo, nena.

sábado, 7 de marzo de 2009

Una de verdad

Cómo me gustaría llegar y tener una historia para contar. Simple, llena de tópicos, con su principio y su final. Una historia para llenar cien páginas. Para contaros cosas sobre el amor maduro e inmaduro, sobre el mío y el de otros. Para relatar un asesinato en tercer grado, cómo me gustaría una buena trama sobre la que sostener personajes redondos que se moviesen en la cuerda floja y que llegaran a buen puerto. Con sus flashback, con sus giros argumentales. Cómo me gustaría tener una buena historia que contar, y la voluntad para contarla.

Pero sin embargo aquí estoy, mi historia no merece más la pena que ninguna otra, así que todo lo que puedo hacer es no envolverla con artificios, contar verdades y callar otras cosas. De cómo me persiguen, y cómo escapo. De cómo no sé querer a quien me quiere y quiero querer a quien no lo hace. De cómo pasan los días y ni siquiera hay problemas que llamen a la puerta. De cómo se va la vida y nada se viene. Eso es.

Siéntate, quédate ahí, y escucha. El espectáculo siempre continúa.

viernes, 6 de marzo de 2009

Va de viernes

Hoy me levanté, me duché y me corté un brazo. Sin querer, eh. Al principio no lo noté, fue duro pero fue contra mi armario, así que fue un choque digamos que familiar. Y luego dije: oh, dios, otra vez el brazo derecho no, ya la hemos cagado. Así que me tapé el muñón a la altura del hombro con tres toallas que dejaron de ser blancas en pocos minutos, y tiré el brazo a la papelera de mi habitación. Para compensar, me concedí seiscientos gramos de paracetamol, y seguí la jornada. "Hey, tío, ¿y tu brazo?" Bah, ya ves, cosas que pasan. Tirando p'alante con sólo la zurda. No os creais que fue fácil, la verdad es que lo asumo con dignidad, yo hago mi vida y eso. Pues nada, ahora escribo menos cartas y más despacio. Cambiar de marcha es una mierda, así que decidí pasarme al transporte público. También tuve que adaptarme a mi vida de soltero onanista y solitario, de modo y manera que ya no me valen mis viejos gayumbos, porque cargo hacia la izquierda. ¿Qué pensabais? Puedo tener sólo un brazo, pero no por eso dejar de estar soltero. Y nada, ahí andamos, como decía mi abuelo, el hombre, un tío sabio, ojalá me hubiese visto desenvolverme sin mi brazo derecho, habría estado orgulloso de ver cómo gané el campeonato del barrio de pingpong, y quedé finalista de volley a una mano. Sí, sí, y todo esto porque me levanté un viernes y me corté un brazo, pero sin querer, eh. Si es que las cosas tienen que ser naturales, son los palos de la vida, y bueno, podría ser peor, en fin, podrían haberme cortado la luz, el gas, o los huevos, y aún así tendría que seguir adelante, que lo dice el bueno de Punset. Lo de los brazos es una cuestión meramente materialista, lo importante es no marearte cuando te ves o te ven al espejo, cuando te llaman por teléfono con buenas nuevas o algo por estilo. Yo que sé, si yo de esto no entiendo. A mí dejadme tranquilo, que cuando me toca colocarme la almohada ahora o dormir de lado es dificilísimo, que doy vueltas en la cama de noventa como si no costara, y algún día si que me va a costar un disgusto. Ay, madre, si lo llego a saber aquel viernes habría salido a emborracharme la noche anterior, quién me manda levantarme a las siete de la mañana y ducharme, que igual voy y me quedo sin brazo en un bar, ya, nadie dice lo contrario, pero lo mismo me habría salvado. Bah, en el fondo lo importante es que todavía tengo el izquierdo para sacarle la peineta a todos esos suertudos que conservan la otra mano. Qué mal repartido está este mundo. ¿Me da usted una monedica pa' ponerme?

jueves, 5 de marzo de 2009

Papá


Mi padre es un buen tipo, o eso se comenta por ahí. Es el hombre al que la crisis tiene contra las cuerdas, el hombre que no puede leer las noticias económicas en internet [la mitad de las veces por prohibición expresa de mi madre, la otra mitad porque yo okupo el ordenador descaradamente] y aún así se tira los pocos ratos libres de las mañanas ojeando la intranet mientras escucha Eagles y Alan Parsons a la vez que le pone buenas caras a las ciento ochenta operaciones de caja a las que se enfrenta día a día. Él me enseñó todo lo que sabe sobre la música, incluso lo que no sabe. El resto, lo poco más que he aprendido, ya me lo he buscado yo solo, y claro, así me va. Mi padre es una fuente de historias que a veces me cansan y que otras veces nunca dejaría de escuchar [como la vez que traficó relojes]. Sabe del bien y del mal, pero está muy por debajo de eso, y nunca juzga la moral.

Supongo que es verdad eso que dicen de que los padres se proyectan en los hijos, conscientemente o no, pero lo hacen. Y por eso me gusta el Scalextric, los Beatles y toda esa clase de música qe oyen cuatro colgados, las motos y la Fórmula 1, la ciencia ficción, los maestros Asimov y Arthur C. Clarke, el grendérrimo Stanley Kubrick, por eso siempre he querido tocar la guitarra, volver a Londres, tener mi propio programa de radio y un largo etcétera. Pero es que también debido a esa proyección he aprendido otras cosas. A ser un caballero [estúpido, pero caballero] A ser diplomático, a estar en el medio de todo y no mancharme con nada. A practicar la paciencia [aunque eso se me da peor que a él]. A ser honrado. A mantener la calma. A escuchar. A ser humilde [ y qué difícil es ser humilde, cuando uno es tan grande, como dice Loquillo]

Mi padre hoy hace 53 años, ahí es nada. Y le quedan aún muchas cosas por hacer. Porque otra cosa que he aprendido de él es a no prometer nada que no pueda cumplir, así que algún día iremos juntos a Bélgica, incluso a Jerez. O le llevaré a que conozca el Topkapi, para que él pueda ambientar sus películas en blanco y negro. Dicen que llega un momento de la vida en el que te das cuenta de que los padres no son esos dioses que crees que son cuando eres un niño, unos seres todopoderosos. Y yo lo sé. Mis padres no son perfectos, pero es la naturaleza humana. Y aún así, ¿sabeis?, mi padre nunca falla. Él cree a veces que le guardo un oculto rencor por aquel barco pirata de Playmobil que no llegó a conseguir cuando yo tenía 5 años, pero lo hago sólo por putearle. Como otras muchas veces. Pero no me ha fallado, y espero que al contrario sea lo mismo, aunque podría darle más alegrías. Pero sé que él también se alegra cuando, a pesar de la vida que me pego, me salen las cosas bien jugando en la cuerda floja. Porque me divierto, y eso es algo que, si me hace feliz, él dice que le hace feliz.

Ser hijo conlleva una cierta responsabilidad. Pero ser padre tiene una responsabilidad más grande, o eso se dice. No sé. Nunca le voy a pasar cuentas a mi padre por lo que ha hecho o no ha hecho conmigo, porque hasta ahora no espero ni más ni menos que lo que hemos vivido. Y lo que nos queda por vivir. Feliz cumpleaños, Boss.

lunes, 2 de marzo de 2009

Coca Cola y la tele

Los que leais asiduamente este blog sabeis que me encanta opinar sobre asuntos en los que no tengo ni idea. Bien, hoy también voy a opinar sobre cosas que no tengo ni idea, véase Coca Cola y la publicidad. ¿El por qué? Porque esos cabrones de la agencia que sea han vuelto a clavarla.

Tratad de hacer una lista mental de anuncios que recordeis. De entre los miles de anuncios que hayais visto, que hayan resbalado por vuestras mentes engrasadas con indiferencia, y estoy seguro de que al menos uno de ellos es de Coca-Cola. Y sino lo recordais, al meno seguro que recordais haber parodiado, imitado, adulado, alguno de esos anuncios. Uno, dos, o tres al año. El clásico de navidades. El de los veranos. Y luego, entre medias, otro u otros dos, que son en los que entra la magia de la emoción.

El último vuelve a hablar del tema más manido de la historia de la publicidad. La felicidad. Otro día si eso ya os hago un ensayo sobre la felicidad, hoy ese no es el tema. El caso es que en el último anuncio se vuelven a tirar a degüello sobre la fibra sensible. Y saben cómo hacerlo, cómo emocionarte. Saben tirar a dar. Y no quiero decir con esto que vayan a vender más Coca Cola [¿es posible vender más aún?] sino que humaniza más y más la marca, como un sinónimo de felicidad, de buenos sentimientos. Wishful thinking que dirían en Harvard, según Leopoldo Abadía.

En este caso, un anciano de 102 años se dirige a una niña de pocas horas, en esos términos que sólo te da la senectud, pero con toda la naturalidad del mundo. Hablando sobre [nada más ni menos] que la Vida. Y llega, llega dentro a poco que te pongas. Otras veces es la familia la vena sensible que atacan. Otras veces el amor, juvenil o maduro. Y no suelen fallar. Qué agencias. Y qué indefensos estamos ante ellos, que con sólo un minuto y medio de metraje nos pueden dañar más que muchas películas. Es la doble lectura, más allá de me gusta o no me gusta.

Se tiran a por nosotros con mensajes de optimismo, con la felicidad que puede estar a sólo una botella de Coca Cola de distancia, con todo eso que no nos atrevemos a decir o hacer, hacen que nos veamos reflejados de manera inequívoca, nos hacen sentir diferentes. Bien o mal, pero diferentes. A mí este último me ha emocionado, a pesar de que puede que sólo sean palabras vacías con el fin de vender más y mejor.

En fin. Pseudofilosofía y Coca Cola, supongo que tan peligroso como mezclarlo con Johnnie Walker. Pero igual de bonito, en ambos casos. Y yo sólo espero que ninguno de los dos deje esa desagradable sensación de la mañana siguiente.

El último, al que me refiero:


Y otros de interés: