sábado, 2 de agosto de 2008

Mamá, quiero ser emo. Capítulo 2: Aspecto físico


En anteriores capítulos:Capítulo 1: los comienzos

Capítulo 2. Aspecto físico.

He ahí un emo. No, no soy yo, lo siento. Pero soy casi casi igualito. ¿Por qué? Porque los emos gozan de unas carácteristicas y cualidades fácilmente reconocibles a la vez que inconfundibles.
El pelo. ¡Oh, el pelo de los emos! ¿Habeis visto alguna vez a un emo con el pelo rizado? No, ¿verdad? Pues yo tengo el puto pelo más encrespado y rizado de los que hayais visto en mucho tiempo. Descarté la rapada por connotaciones fascistas en las que no me pretendñia involucrar, pues la política ya pertenecía a ese mundo del que me estaba separando. Así que me fui a la peluqiería del barrio y por 200 euros de nada me hice un alisado japonés que me dejó el pelo como una tabla. Podría decir que obtuve cierto placer atusándome el pelo, pero en mi emo-nueva vida el placer era algo accesorio.
[joder, como se parece ser emo a ser budista. Quizá debí haber valorado más lo de la rapada]
Superado el doloroso e incómodo trance del pelo, ataqué indiscriminadamente mi armario. Eliminé, por este orden: camisetas de fútbol, de publicidad alcohólica, vaqueros de raya, camisas de cuadros, chándal, pantalones cortos, y demás camiseta al alcance de los mortales corrientes.
Mantuve sólo las camisetas blancas, negras, y blanquinegras [la de la Unión Deportiva Salamanca la tiré a la basura por motivos evidentes]. Mi madre casi se muere del susto, a lo cual repliqué en un tono frío e inexpresivo, con el flequillo liso tapándome el ojo izquierdo:
- Madre, ¿eres tú o yo quien se va a hacer emo?
Al tema. Mantuve también los pantalones vaqueros desgastados y rajados que llevó mi hermano 15 años atrás. Y tiré a la basura todas las zapatillas de marca. Mis Nike de fútbol sala. Mis Umbro de fútbol 11. Mis Adidas de correr. Dejé los zapatos de cuero de ir a bautizos y bodas, y unas alpargatas de mi padre. Negras, cojones, ¿cómo si no?
Entonces fui al Banco de Castilla, y saqué 750,81 [o sea, todo lo que había] de mi cuenta corriente. A la mierda el sistema, joder. Con estos euros me fui a un par de escogidas boutiques en las que me hice con una remesa de camisas negras y corbatas del mismo tono. Ah, y una camisa blanca. Es una pena que mis abuelos hubieran muerto ya, que si no hubiera estado elegantísimo en sus funerales. O en la boda de mi hermano. Ser emo es todo ventajas, no te creas tú.
De pantalones, me compré cinco pitillos negros y dos azules desgastados en las rodillas, para los fines de semana, y es que una cosa es ser emo, y otra es ser monocromático. Algún toque de color rojo también añadí. Por la sangre y esas guarradas, claro está.
Paso definitivo: los complementos. 3 pares 3 de Converse All Star [negras, blancas, y blanquinegras] un cinturón ajedrezado, dos pulseras de pinchos, y un reloj de manecillas de Pesadilla Antes de Navidad, que se parecía sospechosamente a uno que tuve con siete añitos.
Sin embargo, algo desconocido para mí fue la aproximación a la emo-sexualidad. O sea, llevar bolso y pintarme la raya en el ojo. Quiero agradecer desde este humilde rincón a mi prima de 15 años, que colaboró encantada en la tarea.
Odio al mundo, pero a mi prima la respeto.

viernes, 1 de agosto de 2008

Esta canción no tiene título

Eso de arriba lo dijo Elton John. La canción de abajo se titula "Mientras mi guitarra llora suavemente". El tío de blanco es un tal George Harrison. El tío que puntea a oscuras es un tal Eric Clapton. Si oyes esto, y no tienes un escalofrío, ¿quién coño eres?