domingo, 30 de octubre de 2011

brumario

Escúchame. Quiero explicarte la niebla. La niebla como un romance peleón que te deja una resaca de sábado y sofá, bajar la basura con chándal y saludar a los viejos del piso de abajo que van a asar castañas en una lata de conservas agujereada. La tarde tomando café americano en el hotel de enfrente mientras el camarero escucha su propia música, querer copas y no poder pagar ni las pastas de té. La niebla es en realidad todo lo que hay detrás, la cortina de la ducha detrás de la que te intuyo desnuda, pero me hace feliz eso, sólo intuirte empapada por completo; así está la ciudad: la intuyo congelada por completo mientras no la veo y camino a por churros siendo mi padre hace tantos años, siendo mi padre ahora, cambiando todas las fiestas por una sola botella de vino y alrededor estamos sólo los de siempre, los que fuimos, lo que quedamos, mirando detrás de la niebla, porque, escúchame, querría explicarte la niebla, cómo la niebla es todo lo que no ves, es el futuro y lo que no tienes, o quizá lo tienes ya pero no puedes verlo porque estás detrás de la cortina de la ducha, porque la ciudad está congelada. Quiero explicarte la niebla, pero no creo que lo vayas a entender. La niebla es la adolescencia esperando a que después de comer se despejara el cielo, la niebla de este sitio en realidad no es de aquí, me la traje yo del pueblo para podertela explicar, y que la vieras o no vieras nada más.

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